Cuentan de un sabio que una noche, mientras meditaba, vio cómo se acercaba el fantasma de la Varicela a su aldea. Alarmado, le pidió al fantasma que se alejara. El sabio le rezaba a su Dios y no era justo que los aldeanos murieran por causa de la varicela. El fantasma negoció: tengo que llevarme a tres de ellos para cumplir con mi trabajo. El sabio, resignado, aceptó. Los primeros días murieron tres personas. A la semana murieron cinco más y cada día seguían muriendo hasta que los pocos que quedaron vivos salieron corriendo de la aldea y desaparecieron. El sabio meditó profundamente e invocó al fantasma para recriminarle. -Me engañaste,- le dijo cuando apareció. El fantasma, ofendido, le contestó: -¡Yo cumplí mi palabra! Solo me llevé a tres. Los demás se murieron de miedo.-
Anoche encontré esta historia y me pregunté:
- ¿Cuántas veces he muerto de miedo en mi vida?
- Procrastinar, ¿me apoya a vivir una vida más plena? ¿O me hace morir de miedo un poco cada vez?
- ¿Estoy dispuesta a vivir con miedo y a hacer las paces con él?
Reflexioné durante la noche que mientras permito que el miedo dicte mis acciones, siento que no aprovecho mi vida. Y vida desaprovechada es muerte.
Cada vez que evado ser honesta con misma, por miedo, es una oportunidad perdida a vivir desde un lugar de integridad y es difícil encontrar paz en esa evasión.
Postergar rima con matar y eso es lo que hago cada vez que dejo para después acciones dirigidas a atraer mis sueños a la dimensión de este planeta.
El miedo no se fue porque haya reflexionado en él y sus efectos en mí. Ahora sentada lo siento acomodadito a mi izquierda. Me pregunto si debo convivir con él o si debo invitarlo, suavemente, a que se separe un poco de mí mientras yo inyecto vida a mi existencia y a mis sueños…