Hay una sensación que se engancha con la tristeza y es el remordimiento. “No hice lo que tenía que hacer”, “no dije lo que tenía que decir”. Me pregunto: ¿quién dice que lo que no hice era lo que tenía que hacer?, ¿quién dice que lo que no dije era lo que tenía que decir?
Cuando vivo en lo que pudo haber sido y no fue, vivo sometida a lo que una persona (en muchos casos una versión previa de mí) o una situación dictaban, en el pasado, y que ya no hacen nada en este ahora. Pero sigo insistiendo como si estuviera frente a mí y no he comprendido que ya se mudó.
¿Dónde está escrito que las cosas tenían que ser de otra manera? Esa creencia es una quimera. Ya sucedió lo que pasó. No se puede reescribir. A menos que decidas utilizar esa historia para una novela, un cuento o un poema; o como una enseñanza de una ocurrencia irrepetible. Se acabó y solo la mente lo repite y espera modificarlo.
Hoy, por un momento, decido soltar esa quimera. Alivio evidente. Ojalá lo convierta en minutos y luego horas…