Recuerdo una conversación lejana en la que mami me dijo que ella creía que todo era blanco y negro, que no existían grises. En aquel momento me quedé patidifusa. No entendí lo que dijo.
De adulta todo lo veía como bueno o malo, negro o blanco, frío o caliente. Hasta que comencé a observar detalles. El mundo es dual y polarizante, pero contiene matices entre sus polos.
Mis trabajos han sido terreno fértil para mirar los colores en su gama detallada. Una vez en una discusión con un compañero de trabajo, en la que callé mientras él me decía perra muerta, pude ver que él no era el malo de una película. Simplemente reaccionaba según su percepción.
Todos percibimos a nuestra manera. Las percepciones son como los colores y sus entremedios: particulares e infinitas. Hasta las de mami.