¿Alguna vez has dicho algo claramente solo para darte cuenta de que tu oyente entendió otra cosa? Eso me ha pasado varias veces, por no decir la mayoría del tiempo. Pero en estos días de Mercurio retrógrado me ha sucedido más (y lo que falta: hasta el 20 de febrero). Estas oportunidades me sirven para analizar qué estoy comunicando y cómo, para tomar medidas cautelares que beneficien al receptor de mi mensaje. Estas oportunidades me permiten interrumpir mis comunicaciones desbocadas y permanecer en presencia para detenerme antes de hablar. Estas oportunidades son ideales para analizar mi estilo de comunicación y comprender si es posible mejorarlo.
Nuestro sistema de comunicación es el más complejo de todas las demás especies que podemos encontrarnos en el camino. Comunicamos con la palabra, con el cuerpo y con lo que hacemos. Generamos una cantidad de información diaria por persona, por grupos y por comunidades que es difícil para cualquiera sortear tantas letras y sus combinaciones para poder comprenderlas. (Por eso la invención de inteligencia artificial ha venido a apoyar con el manejo de información – entre otras cosas). Bastará una visita a una biblioteca o una librería (si recuerdan la vida antes de Google) para tener un atisbo de lo que puede ser una acumulación de información organizada. Para ejemplos de acumulación desorganizada, basta mirar mis libreros con numerosos libros y folletos y libretas y qué sé yo cuántas cosas más.
Podría pensar que con tanta información disponible al estirar la mano, mi dominio al comunicar sería impecable. Pero los ejemplos que di al inicio de este escrito son prueba de que lo que pienso y los resultados son dos cosas diferentes. Es frustrante tener este tipo de habilidad para hablar y escribir y amar, ¡y que los demás no me entiendan! Pero la calma tiene oportunidad de reinar al reflexionar – aleluya. Me percaté de las herramientas que utilizo en esos momentos y me alivié.
Primero, en momentos de incomprensión externa (cuando mi oyente no capice) respiro y me detengo. Nunca he sido de las personas que dispara de la baqueta. Mis pensamientos tienen que ver conmigo y, como las palabras no se las lleva el viento, escojo lo que digo para que sea lo más efectivo que pueda decir – según yo.
Segundo, en voz alta me cuestiono y analizo lo que dije. Aunque puede sonar que es una pregunta para quien que me escucha, realmente es una interrupción para que viaje por mis oídos hasta mi cerebro. Esto me permite detener mis pensamientos y estar en el momento presente para evaluar lo dicho desde el “ahora”.
Tercero, le pregunto a mi oyente qué fue lo que entendió del mensaje que expresé originalmente. Así como yo interpreto el mundo y lo que me sucede desde mi perspectiva, ¿saben qué? ¡Cada una de las personas con las que interactuamos hace lo mismo! Por lo tanto, ante la duda saludo y pregunto. Esto es particularmente difícil para una persona que cree saber cómo comunicar y que en efecto sabe todas las cosas del mundo y sus siete billones de habitantes y que me hago entender y que todos entienden – yo.
Dejo el sarcasmo a un lado (difícil) y me río (fácil) al comprender que puedo utilizar nuevas herramientas para interactuar con el mundo. Que todos los días traen nuevas oportunidades para probar nuestras creencias y teorías. Que siempre puedo escoger una manera diferente de comunicar mi mensaje.
Si te has sentido incomprendida alguna vez en tu vida, cuéntame en los comentarios. Espero poder apoyarte a utilizar tu voz para ser una mejor comunicadora. ¡Unidas podremos salvar al mundo de la incomprensión! Bueno, quizás a unos pocos. La comprensión hay que desearla…
Excelente. Me identifico con el tema de no ser escuchada. ¿Cómo puedo hacerme entender mejor? “Por lo tanto, ante la duda saludo y pregunto”
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En el ejercicio de comprender nos ayuda más conversar que leer. La conversación implica eco, pregunta y respuesta, repetición, porque hay dos o más personas envueltas en la actividad.
Leyendo me encuentro atado al manejo de la información desde mi único punto de vista sin el rebote inmediato que ocasiona una conversación.
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