El agua de la piscina estaba tibia. Le había caído el sol de la tarde y su temperatura perfecta nos invitó a entrar. Yo no podía, pero me senté en la orilla a mirar. En la conversación los dueños de la casa nos hablaron de unos inquilinos traviesos que vivían bajo un banco cerca de la piscina: dos caracoles chupalanderos (según el Diccionario de la Real Academia Española, aunque solo en Murcia) – que después nos enteramos eran borrachines.
Mientras se ocultaba el sol conversábamos y bebíamos. Los caracoles más se acercaban. Su paso, lento. Parecía que los atraía la conversación. Mi amiga, que tenía una copa con vino blanco, la alejó de uno de los caracoles porque venía directito para su copa. Yo me distraje y cuando fui a agarrar la mía, que estaba a mi lado en el piso, ya uno de los caracoles se me había adelantado. Estaba en el borde de la copa. Estiraba sus antenas para llegar al líquido. Nosotros nos sorprendimos. ¡Ni lo vimos pasar! Minutos más tarde el segundo borrachito, digo, caracol subió por el tallo de la copa para hacer lo mismo que hizo el primero: beber. Increíble, pero cierto. Les dejé mi copa, no volví a tocarla.
¿Qué los atrajo? Me imagino que el olor pero no soy experta en caracoles. Persistieron hasta llegar a su destino, guiados (o guiadas o guiades – quizás son asexuales) por su instinto. Algo había para ellos en esa copa distante.
Esa persistencia fue un ejemplo de vida. Pensé en todas las veces que me rindo ante situaciones críticas. Estos caracoles no se rindieron, llegaron lentamente a donde los llevó su olfato. Si un animal tan pequeño e insignificante pudo hacerlo, ¿por qué pienso que yo no puedo? Una de las razones debe ser que su cerebro minúsculo no las deja tener un ego que las mortifique. Simplemente hacen lo que tengan que hacer. Yo tengo una Ega que me fastidia y me habla de miedos, del “qué dirán” y del “yo no necesito hacer eso”.
Seamos como esos caracoles borrachines, persistamos. En estos tiempos llenos de retos y crisis, construyamos con persistencia el mundo que deseamos ver y beneficiemos a otros en el camino, ya sea con vino o con actos de bondad. Quizás con ambos…