El ajoro y la paciencia son parte de la vida

El lunes pasado, el conferencista en una clase a la que asistí comentó que es importante la velocidad con que resolvemos problemas. Hay que hacer las cosas rápidamente. La entrelínea fue que todo debe hacerse con premura. Yo quise protestar – como tantas otras veces – pero me mantuve en silencio. Sí, el servicio al cliente debe ser veloz. Pero no así otras situaciones como el proceso de crecimiento de una persona, que tiene su velocidad. La que sea.

Ahora recuerdo cuánto quise ajorarme: con mi vida, con mis hijos, con mi trabajo. Miro todo lo vivido, cómo han crecido mis bebés, cómo ha evolucionado mi carrera, y tengo la impresión de que pude haber disfrutado más. La paciencia es una virtud que no comprendí hasta ahora. No se trata solo de esperar, sino de observar para ajustar el camino. Mientras vivía no entendía esto, es en la reflexión de lo vivido que lo deduzco.

Otra vez a recordar mi visión para este año: vivir en presencia para explorar la vida y entenderla de manera que pueda beneficiarme y beneficiar a los demás. Todos vivimos nuestros procesos de manera distinta, pero tenemos tanto en común con otros humanos, que hace sentido ver a otros en sus procesos para ver cómo me puedo beneficiar de sus experiencias.

Tanto la velocidad como la paciencia tienen su lugar. Me toca escoger dónde vivirlas.

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