Las cosas sencillas de la vida son las más que extraño en este momento. Reírme a carcajadas, hablar claramente, que no me duela la cara.
Estar con un lado de la cara en parálisis es un proceso interesante que me ha apoyado a sentir frustración, enojo, tristeza y hasta presencia. Estar pendiente en todo momento, sentir lo que venga en todo momento, pensar menos en todo momento. Actuar más que pensar. Por eso escribir es tan complicado en este momento: es pensar y hacer simultáneamente.
En estos días comencé un reto de escribir 500 palabras todos los días. Tenía que empezar el día que me dio la parálisis. Pensé: ahora sí tengo tema para escribir. Además, como siempre digo, expresar mis experiencias me lleva a sanar lo que tenga que sanar. Aproveché la oportunidad para escribir todo lo que sentía con el propósito de adelantar este proceso de sanación que tengo frente a mí. Pero ha sido más difícil de lo que pensé. He escrito casi todos los días, pero ha sido a través de cansancio sorpresivo y de dolor inquietante. La palabra dolor como que no va de la mano con la palabra parálisis, pero para mi asombro es como si fueran hermanas en este momento. Mi cara lo sabe. El dolor es constante y punzante, pero ya como que me estoy acostumbrando. El ser humano se acostumbra a todo y yo no soy la excepción.
Por las mañanas me paro frente al espejo para hacer las muecas que avivarán mi cachete en algún día futuro. De momento me reconozco y soy yo. Hasta que me sonrío y hago las muecas necesarias: es un rostro desconocido, ¡y que no me hace caso! Es como la reafirmación de que realmente no tengo tanto control como imagino.
Descubrí en este período cómo los niños se separan de los hombres. He podido sentir el amor de mis familiares y amistades verdaderas que envían sus buenas vibras todos los días para mi pronta recuperación. Se han salido de sus rutinas para apoyarme. Y yo me he atrevido a pedir apoyo, que tanto trabajo me da. Agradezco profundamente la presencia de esas personas que me aprecian.
Agradezco el proceso también. Veo las cosas desde otra perspectiva. Me duele cuando me miran con compasión, pero reconozco que yo me miro de la misma manera a veces. Es más, hasta me siento víctima en ocasiones, pero entonces recuerdo que hay que experimentar la vida plenamente y se me pasa. Plenitud es vivir lo que se me presenta en cada momento, con aceptación de lo que es, sin cuentos ni espejismos. La imaginación es válida para visualizar mi recuperación, pero la aceptación me permite sentir el momento a momento y disfrutar la dicha de estar viva. Eso sí, si tan solo pudiera escupir con puntería…
¡Que frustrante debe ser no escupir con puntería! Escribo “debe ser” porque eso de la puntería no está en mi extensa lista de habilidades. Confieso que tampoco me importa tenerla, después de 4 maravillosos embarazos clasificados ups.
El primero, no resultó como esperaba: ahora me crees lo de la puntería. Hay una lista que me gusta más que la de habilidades ¡y tú la tienes también¡ Desempólvala, búscala: LA LISTA DE LAS PROEZAS…. (ahí tus 500 palabras saldrán como guineo en boca de quien escupe como le da la gana). Voy a ti, dale, sigue escribiendo
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