La semana pasada realicé una prueba de fortalezas, para ver el orden de las mías. En último lugar salió la valentía. La número 24 de 24. O sea, como la más débil. O sea, que soy prácticamente una cobarde. ¡Repetí en mi mente tantas situaciones en las que fui una gallina!
Pensar en cobardía, me llevó a pensar en situaciones en las que fui valerosa. Creo que no tantas. Pero sí, ¡he sido valiente a veces! En este mundo dual nunca soy una cosa nada más, tengo la luz y la oscuridad en el mismo espacio, soy su contenedor. Y gracias al tamaño de mi contenedor guardo bastante de ambos.
Descubrí que puedo llamar a la valentía y pedirle ayuda. En la mañana le suplico que me acompañe y cuando tengo situaciones extrañas durante el día, a veces se presenta y otras se acobarda. Es que como es mi valentía se parece a mí, va y viene. Pero su recuerdo me fortalece y es cuestión de dejarle el espacio para que se sienta a gusto y se quede, que hay bastante espacio en mi contenedor.