Mi abuela materna, Aida, tiene aproximadamente 96 años. No sé si cumple en septiembre o en diciembre. Ella tampoco lo recuerda. Parece más una niña que una vieja. Su cutis terso y rosado luce vivo y alegre. Al observarla en su cama es difícil ponerle la edad.
Un día de julio, llevé a mi amiga Charo a visitar a Abue. Ya se conocían, pero ese día Abue apenas reconoció a Charo. Su sonrisa parecía preguntar quién era. Charo habló con ella y le preguntó cómo estaba y le dio conversación. En uno de los silencios de Abue, Charo le preguntó si recordaba todas las multas de tránsito que me habían dado cuando estudiaba en universidad. A Abue se le iluminó el rostro y dijo: -Sí, ¿te acuerdas que le daban multas por todo? ¡Cada vez que venía de Mayagüez!
Las memorias que lleva engarzadas en su cuerpo fueron las que impulsaron a Abue a afirmar con toda seguridad la multitud de mis multas de tránsito. Su cuerpo reaccionó rápidamente a algún recuerdo y se sonrió y parecía otra al bromear con nosotras. Cuántas memorias más cargará en su cuerpo.
Eckhart Tolle fue el primer autor al que le escuché decir que el inconsciente se lleva en el cuerpo. Aunque muchos años atrás conocí el libro de Louise Hay sobre las causas emocionales de las enfermedades, no fue hasta que Eckhart Tolle habló de las cargas inconscientes del cuerpo que pude ver la extensión de lo que llevamos sin darnos cuenta. Y eso lo mostramos cuando hablamos ante una audiencia. Queramos o no.
Comunicar a un público sana tu cuerpo, porque se alivia con cada presentación, con cada mensaje compartido. La audiencia se siente atraída o repelida por ti, por tu mensaje y muchas veces no sabemos qué nos apoyó a conectar con unas personas y qué no. Pero en cada presentación dejamos algunas de las cargas que llevamos, las transmutamos o las transformamos. Nuestra perspectiva de un mensaje o de la vida cambia. Simplemente por hablar y comentar y exponernos a comunicar una verdad, aunque sea transitoria.
¿Cómo puedes aprovechar la información de tu cuerpo para mejorar tu lenguaje corporal al dar una presentación?
- Ejercítate y medita. Usar el cuerpo para moverte lo libera de cargas insospechadas. Meditar luego de ejercitarte te permite bajar los niveles de ansiedad. Ambas prácticas te ayudan a conocer tu cuerpo y observarlo. Apoyan a ver lo que eres capaz de hacer.
- Practica la presentación. El cuerpo se abre a liberarse con la práctica. Esa liberación hace más poderoso el mensaje, pues lo aclara al soltar las cargas inconscientes. La práctica también te apoya a mirar lo que traes, lo inconsciente se vuelve consciente y puedes utilizarlo a tu favor.
- Procura estar en presencia. Que no es otra cosa que vivir el presente. ¿No te pasa que mientras cocinas estás pensando si a tus hijos les gustará la comida? ¿O piensas en cuánto sobrará para llevártelo de almuerzo al trabajo? Eso es estar en tu cabeza y no en el cuerpo. Tu audiencia puede darse cuenta cuándo estás concentrada en el momento y cuándo no. Estar en presencia te apoya a ver tu mensaje, ajustarlo y expresarlo claramente.
Es el cuerpo lo primero que ves al mirarte al espejo, es lo que presentas a tus amigos y al mundo, antes de hablar. Para tener congruencia entre lo que hablas y lo que cargas lo primero es empezar a comprender lo que llevas. Solo así podrás sobrepasarlo y sanar. Para comunicar mejor, para liderar mejor, para vivir mejor.