Protestar con honestidad

Dos sugerencias para aprender a protestar

Buscaba una tela llamativa para hacer unos cojines. A casa llegó un sofá hermoso en piel, de color neutral y le hacía falta vida. En la tienda encontré una tela en el color que buscaba. Pedí la cantidad que deseaba. Me fui a la caja a pagar. Cuando vi el total me sorprendí. El cálculo en mi mente era menor, pero no protesté en voz alta. Cuando la cajera me cobró me fui a donde había visto el precio de la tela y en efecto era menos que lo que me habían cobrado. La empleada me preguntó: ¿Pero por qué no protestaste antes de que te cobrara? Yo le contesté: La historia de mi vida.

¿Cuántas veces callas porque no quieres molestar?, ¿o por querer lucir bien? En la situación de la tela, admito que no quería parecer tacaña. ¿Yo? ¿Regatear por un precio? ¡Jamás! Pero si me hubiera ido de la tienda sin verificar ni protestar, hubiera llegado a casa infeliz y frustrada.

Soy partidaria del silencio y la pausa en las conversaciones, pero comunicar no se compone solo de silencios. Es necesario compaginar esas pausas con palabras pensadas, que construyan un mensaje oportuno. Claro, hay veces que hay que ser más oportuna para evitar que te cobren de más. Pero más importante es hablar aunque sea un poco a destiempo.

En los últimos años dos ejercicios me apoyan a encontrar las palabras apropiadas:

Primero: reconocer e interrumpir. Esto implica detenerme a mirar el momento y lo que me incomoda. Reconocer que, aunque me avergüence, es más importante salir de la duda (como en el caso del precio de la tela). Reconocer que no quería llegar a casa sin haber hecho las preguntas necesarias. Reconocer que callarme resulta en problemas que se pueden resolver hablando claro. Reconocer que no me gusta protestar, pero que a veces es necesario hacerlo para lograr un mejor entendimiento de lo que soy capaz de hacer.

Segundo: atreverme. Que no es tan fácil y tampoco es la primera vez que lo digo, pero amerita repetición. Según el Diccionario de la Real Academia Española el verbo ‘atrever’ significa determinarse a algún hecho o dicho arriesgado; insolentarse, faltar al respeto debido. Lo que me llevó a preguntarme ¿por qué debo respetar mi silencio cuando me avergüenza o cuando me empuja a tomar malas decisiones? Este paso conlleva atreverme a lucir mal y a protestar; a faltarle el respeto a mi vergüenza por “el qué dirán”. Al final atreverme me lleva a sentirme en paz por haber tomado la decisión correcta.

Es necesario utilizar el método para que funcione. Ayer desayuné con un amigo. La mesera me ofreció dos mimosas por el precio de una. Dije sí y me tomé una al inicio y dejé la segunda para el cierre. Cuando nos trajeron la cuenta, ni la miramos. No tuvimos un momento de interrupción. Pagamos y nos fuimos. Hace unos minutos revisé el recibo. En vez de una mimosa, nos cobraron dos. Si tan solo hubiera usado el método, me hubiera ahorrado el precio de una mimosa y hubiera obtenido la paz que me da protestar a tiempo.

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