Es posible volar aunque no tengas alas

Anoche presenté uno de los peores discursos que he dado en Momentum Toastmasters. ¡Ba! ¡En cualquier club Toastmasters! El proyecto consistía de hablar sobre mi estilo de liderazgo y utilizar historias que lo ilustraran. Hace semanas, cuando lo leí, me vino la idea rápidamente a la cabeza y de ahí la desarrollé. Pero la ejecución no fue ni organizada ni clara; y como me estaba evaluando al mismo tiempo que hablaba, tenía unas pausas extrañas ¡horripilantes! Me esforcé por aparentar que no me estaba evaluando y fue peor. Cualquiera pensaría que con el triunfo de la nueva Miss Universe 2020, hablar de liderazgo sería pan comido para mí. Pero fue una comía de otra cosa…

Cuando llegué a casa, medité sobre mi desempeño y comprendí que había hecho par de cosas bien. No todo fue terror y sufrimiento. Primero, decidí dar el discurso y no cancelé (aunque por un momento lo pensé). Segundo, aunque sabía que mi discurso iba cuesta abajo, continué haciendo lo mejor que pude a medida que caía (casi, casi como caer con estilo). Tercero, descubrí que es mejor tener la idea central y la conclusión claras, porque el hilo conductor entre el principio y el final no se tuerce. Cuarto, sentí el temor de perder lo aprendido durante todos estos años y eso me llevó hasta aquí para plasmar en este papel digital mis elucubraciones cuasi seniles (quizás estas palabras me sirvan para retardar el desaprendizaje… si lo escribo, lo recuerdo…) Quinto, no es suficiente una práctica liviana. Hay que practicar con la intención de hacer el mejor trabajo y ser la claridad personificada. La práctica intencional es para que ese mensaje cale lo más hondo que pueda calar, que llegue lo más lejos que pueda llegar, para que beneficie a quien tenga que beneficiar.

Le conté toda esta historia a Sofía, que tanto retrasa las conclusiones de sus trabajos. Le hablé de las virtudes de hacer nuestras pasiones, pero también de aceptar realizar lo que no nos guste o lo que consideramos difícil. Si hiciéramos lo que deseamos todo el tiempo, no tendríamos la fuerza para abrir nuestras alas figurativas y volar. Aceptar que el mundo es calma y crisis y que es posible brincar de una a otra en ecuanimidad, es más efectivo que postergar para mañana o para el año que viene o para cuando me vaya a morir o para lo próximo que se me ocurra.

Y al final vislumbré que, así como las palabras que le dije a Sofi son para mí, el discurso, mi desempeño y su mensaje, también. Luego de tener un mal discurso es posible continuar con una vida normal, es posible ver lo que puedo mejorar, es posible sobrevivir la vergüenza. Siempre habrá una lección y algún día mis alas se fortalecerán y volaré. Aunque sea figurativamente.

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