Ayer terminé de leer Talking to Strangers, el libro más reciente de uno de mis ensayistas favoritos, Malcolm Gladwell. Confieso que me dejó un sinsabor y una tristeza que aun cargo. Hoy ha sido más difícil superarlos.
He leído varios de sus libros y me fascina la manera en que describe sus ideas. Su proceso mental, que no puedo ver, se me parece al mío- a falta de visión, comparo. Pero sus explicaciones, posteriores a su proceso mental, son diáfanas y ahí es que difiero de él. Varias veces me han dicho que no hace sentido lo que digo. Hace sentido para mí, pero no logro comunicar efectivamente cómo ato unas ideas con otras; cómo se me ocurren; cómo descubro. Gladwell no sólo es fascinante, es también sencillo en su expresión, aunque no simple. Sus libros son éxitos de ventas, porque su estilo claro alcanza a muchas personas.
Entre éste y sus libros anteriores, encontré que Talking to Strangers es más cohesivo. El final no es sorprendente. Desde el inicio nos enteramos que termina con la misma historia con la que comienza: el arresto de Sandra Bland por un policía de Kansas- Sandra se suicidó tres días después en la celda que ocupó. Como extraños, se relacionaron de una manera que tuvo resultados fatídicos. Gladwell se pregunta cómo es posible que esto ocurra, que nos relacionemos de una manera tan burda a pesar de haber avanzado tanto en otros aspectos. Mantiene esa pregunta como norte y la contesta poco a poco, en cada uno de los capítulos del libro, con una investigación amplia y abarcadora. ¡Hasta con relatos de espías! Incluye historias interesantes que ejemplifican los estudios científicos que descubre en el camino.
Mi sinsabor proviene de dos avenidas diferentes. Primero, de haber terminado un libro que me hizo reflexionar en cada sección: qué estoy haciendo en mis relaciones, porqué permito unas situaciones, de qué manera escucho y actúo. Segundo, aunque tiene valor hacer estas indagaciones de lo que atisbo fuera de mí y cómo reacciono, me pregunto qué ocurre cuando la extraña con la que me relaciono soy yo… Da tristeza acabar un libro que logra hacerme recapacitar sobre mi exterior y mi interior; sobre mis reacciones y mis resultados. Me parece que lo leeré de nuevo. Solo espero terminar en una nota libre de sinsabor.